martes, 4 de junio de 2013

CAPÍTULO 8

"Estoy embarazada" esas palabras resuenan en la mente de Ángel como una macabra melodía. ¿Cómo es posible que esté embarazada?.
- ¿Pero qué dices? Tiene que ser un error.
- No Ángel, estoy totalmente segura. Ayer fui a ver a mi ginecólogo y me lo confirmó.
- Pero Lucía, si Mario te...
- Ni me lo menciones, no quiero volver a oír ese nombre en mi vida.
- ¿Y qué piensas hacer?
- No lo sé Ángel, estoy hecha un lío...
La puerta del almacén se abre de golpe.
- ¿Pero qué es esto?¿Aún no habéis comenzado?
La cara de Lucía se vuelve blanca de repente. ¿Habrá escuchado su padre algo de la conversación?
- No se preocupe Don Manolo que estábamos poniéndonos de acuerdo sobre el orden en el que vamos a cantar las canciones del repertorio. Ya nos ponemos manos a la obra.
- Bien, así me gusta. Yo solo venía a por unas cajas que tengo por ahí detrás...
- Espere que le ayudo a llevarlas.
- Tú a cantar, que de las cajas ya me ocupo yo.
- Como usted diga.
Manolo se dirige hacia una de las esquinas del almacén, de donde recoge tres cajas apiladas con las que sale de la habitación.
Lucía suspira al ver a su padre salir.
- Venga Lucía, no te preocupes con eso ahora y vamos a ensayar. Después del concierto tendremos tiempo para hablar del asunto más detenidamente.
La muchacha asiente con desgana y desenfunda su hermosa guitarra acústica.
- ¡Vamos a ello!. Exclama.

Mientras que Ángel y Lucía comienzan con los últimos retoques de la actuación, justo al otro lado de la ciudad, Marta recibe el privado que antes el muchacho le había mandado.
Lo lee en silencio, tumbada en su cama con la pierna malerida apoyada sobre un cojín. Aún sigue sin entender como se le pudo caer el monedero sin darse ella cuenta.
Y de repente se le presenta otro problema, ¿cómo va a quedar con ese chico si ni siquiera sabe desplazarse con esa silla de ruedas por el pasillo de su casa?.
- Joder Marta piensa...
Pero nada, no se le ocurre ninguna solución... Suena el timbre. ¿Quién será a estas horas? Su madre hace dos horas que se marchó al trabajo, y la verdad es que no cae en quien puede querer visitar su casa a las 11y30 de la mañana. Seguro que es alguna clase de vendedor...
El timbre vuelve a sonar esta vez con más fuerza. Marta se queda quieta contemplando la puerta desde el pasillo. Otro timbrazo, esta vez mucho más duradero.
- Joder, quien quiera que sea me va a fundir el timbre como no abra. ¡¡Ya voy!!¡¡Ya voy!!
Por fin abre la puerta y...
- ¡¡Diana!! ¿Qué haces aquí?
- La llamada de anoche me tenía muy preocupada, y necesitaba verte para comprobar que de verdad estás bien.
- Pero pasa, no te quedes en la puerta.
- ¿Estás sola?
- Si, mi madre está en el trabajo...Pero...¿ y el instituto, no has ido?
- Solo a las dos primeras clases. Ya sé que te dije que vendría después de comer, pero estaba muy nerviosa pensando que estabas mal, después de todo lo que pasaste...
- Tú lo has dicho, todo eso ya pasó. Estoy bien ahora.
- ¿Pero cómo vas a estar bien si te has tirado de un coche en marcha y te has roto dos huesos?
- Diana de verdad solo fue un impulso producto de un ataque de nervios, no va a volver a pasar...
- Eso dijiste la última vez y mirate ahora...
- Diana que esta vez ha sido diferente. Te prometí que no lo iba a volver a hacer, y no volverá a pasar. No... no voy... no voy a volver intentar suicidarme.

domingo, 17 de marzo de 2013

CAPÍTULO 7

Huele a café. Ángel aparta la cafetera del fuego y vierte su contenido en una taza. Tres cucharadas de azúcar. En ese mismo momento saltan las tostadas, as recoge y las deja sobre un plato. Mantequilla y mermelada. Todo preparado, la mejor manera de empezar el día es con un buen desayuno. El reloj marca las siete y media de la mañana. Ángel pone su desayuno sobre una pequeña mesa que tiene en el salón-comedor de su casa, entre el sofá y la televisión. Piensa en ella. Tan solo sabe su nombre y poco más sobre ella, pero no puede olvidar aquella mirada. Esos ojos verdes le tienen hechizado desde que se la encontró en aquella cabina telefónica. ¿Es posible que se esté enamorando? Pero si tan solo la ha visto una vez. Aun así, la imagen de aquella chica no se borra de su mente. Entonces recuerda...
Enciende el portatil, aun tiene tiempo hasta la hora de entrada en el trabajo para hechar un vistazo por su tuenti. Ahí está, ha aceptado su petición. ¿Y ahora qué hace? ¿Le deja un mensaje?
La verdad es que lo que hizo no estubo bien. Hasta el momento nunca había robado nada a nadie, pero necesitaba volver a ver a esa chica y la única forma que se le ocurrió de volver a saber de ella fue robarle la cartera. La pobre estaba tan alterada que ni se dió cuenta.
Así que de perdidos al río, ya ha comenzado y está dispuesto a llegar hasta el final. Le dejará un mensaje privado. Escribe y borra varias veces lo escrito, hasta que finalmente parece convencerse con el mensaje: "Hola, muchas gracias por aceptarme. Como ya te dije tengo en mi posesión tu cartera, y supongo que querrás recuperarla. No quiero causarte demasiadas molestias, así que contesta a este mensaje con la dirección a la que te la puedo llevar y yo estaré encantado de devolvertela. Un beso"
Enviar. Ya está, ahora solo queda esperar su contestación.
Apaga el ordenador y bebe el último sorbo del café. Una sención de felicidad le invade todo el cuerpo con tan solo pensar en que pronto la volverá a ver. Aunque la verdad es que se siente confuso.
Pero ahora no tiene tiempo para pensar, debe ir a trabajar y como se descuide un poco llegará tarde. Menos mal que la cafetería donde trabaja para pagar sus estudios de música está a tan solo dos manzanas de su calle.
El sueño de Ángel es ser cantante, y hace dos años al cumplir los 18 decidió dedicarse por completo a eso. Así que al acabar el bachiller buscó un trabajo con el que poder pagarse unas clases de canto. La gente le llamó loco por no estudiar un carrera con más salidas al mundo laboral, pero él no hizo caso de los comentarios e insistió en alcanzar su sueño. Y dos años después, tras mucho esfuerzo, por fin se le empiezan a abrir puertas.
Llega la cafetería. Allí están tras la barra Manolo, el dueño del local, y su hija Lucía.
- Buenas Ángel, ¿preparado para tu salto al estrellato?
- No exagere Don Manolo, tan solo serán cuatro cancioncillas.
- ¿Te parece poco? No todo el mundo tiene el privilegio de cantar cuatro cancioncillas el la famosa cafetería La estrella polar .
- Claro que no, y le estoy muy agradecido por ello.
- Bien, pues tú y Lucía id preparandolo todo que hoy los cafés me encargo de servirlos yo.
- Pero Don Manolo, si no actuamos hasta las siete de la tarde y son las ocho de la mañana.
- Un buen espectáculo necesita de una buena preparación.
- Pero...
- Ángel no insistas, no sabes lo cabezón que puede llegar a ser mi padre. Además, así tenemos más
tiempo para ensayar que ayer hubo un tema que se nos quedó flojillo.
- Bueno vale, como vosotros digáis.
- Pues si te parece vamos al almacén y así no molestamos a los clientes.
- Está bien...
Ambos se aleján hasta el almacén. Una vez dentro Lucía cierra la puerta. Se quedan a solas.
- Ángel tenemos que hablar.
- ¿De qué?
- Pff no sé como decirtelo.
- Venga Lucía, sabes que puedes contarme lo que sea.
- Estoy embarazada.

miércoles, 27 de febrero de 2013

CAPÍTULO 6

Arrastra la silla de ruedas por el pasillo hasta llegar a la última puerta del mismo. Marta la abre y se introduce dentro de su cuarto. La puerta se vuelve a cerrar. La tortilla estaba deliciosa. Hacía tanto que su madre no preparaba comida casera...Normalmente Mercedes nunca tiene tiempo de cocinar ya que la mayor parte del día la pasa en la oficina, solo tiene una hora libre a mediodía para comer y cuando sale del trabajo a las nueve la mujer está tan cansada que lo único que le apetece es echarse en el sofá y olvidarse de sus problemas viendo algún programa de televisión.
Marta se agacha sobre sí misma y se quita la deportiva que lleva en su pie derecho, ya que la escayola de su pierna izquierda no le permite usar zapatos. Lleva el portátil sobre su regazo, así que lo deja sobre la cama. Todo esto lo hace con mucho cuidado ya que no quiere que la silla se tropiece con cualquier cosa que tenga por la habitación. ¿Y ahora cómo se sube en la cama y se pone el pijama? No puede ponerse de pie ya que su pierna no se lo permite. Tendrá que llamar a su madre, pero no quiere, es demasiado independiente como para poder aguantar que la estén ayudando hacer la inmensa mayoría de las cosas. Se coloca junto a la cama, extiende el brazo y saca el pijama de debajo de la almohada. Se quita la camiseta que hace tan solo unas horas su madre le ha ayudado a ponerse, y se pone la parte superior del pijama. Mira hacia abajo, el pantalón va a ser imposible quitárselo. Refunfuña, y termina por tragarse su orgullo

- ¡¡Mamá!!
- ¿Qué pasa?. Mercedes se asoma por la puerta de la habitación.
 - Necesito ayuda...
La mujer sonríe tiernamente.
- Vamos a ver...Apóyate en mi.
Mercedes rodea con su brazo la cintura de su hija y con el otro sujeta sus piernas. Marta de agarra al cuello de su madre que con un impulso de su fuerza levanta el cuerpo de la joven a la cual sienta sobre la cama.
- ¡Como pesas! Hace nada te tenía todo el día en brazos y a penas me enteraba.
-¿ Hace nada? Mamá hace más de diez años que no me coges en brazos.
- Pues eso, hace nada.
Marta sonríe. Mercedes también, aunque ambas saben lo amargas que son esas sonrisas y que las cosas, aunque lo parezca, no han cambiado.
Finalmente Mercedes logra terminar de vestir a su hija, después sale de la habitación.
- Buenas noches Marta, si necesitas cualquier cosa, avisame.
- Vale, buenas noches.
La puerta se vuelve a cerrar. La chica se queda sola. Enciende el portátil. ¿Un cigarro? ¿Por qué no?
Nunca suele fumar en la cama, pero esta vez lo necesita y como no puede andar se lo tendrá que fumar ahí. Coge el paquete de tabaco y un cenicero de la mesita de noche. Mientras se enciende el cigarrillo Windows se acaba de iniciar. Revisa sus redes sociales entre calada y calada. Poca cosa, como de costumbre. Ni tan siquiera aquel chico, Ángel, se ha vuelto a poner en contacto con ella. Y ahora que lo piensa, si de verdad tienes su cartera, ¿cómo va a quedar con él para que se la devuelva? ¡Si no puede andar! Bueno ya se le ocurrirá algo.
En ese momento comienza a sonar Patience de GN'R. Es su móvil, rápidamente contesta.
-¿Hola?
- ¡Marta! ¡Me tenías muy preocupada! llevo tres días llamandote y no me coges el teléfono, y como no apareces por clase...
- Diana tranquilizate y dejame que te explique.
- Vale, vale. A ver cuentame.
- Mira he tenido un accidente y...
- ¿¿Cómo qué has tenido un accidente?? ¿Estás bien?
- Sí, dejame que te explique.
- Vale, pero explicamelo todo.
- Mira, iba de camino al instituto cuando me caí en un charco. Me manché toda la ropa, así que tube que llamar a mi madre para que me recogiera. En el trayecto de vuelta a casa tuve una bronca con mi madre y me dió un arranque de los mios. Empece a gritarle a mi madre que parara el coche que me quería bajar, y como no me hizo caso me tiré del coche en marcha.
- ¿Pero tú estás loca? Te podrías haber matado.
- Ya, ya lo sé. Pero bueno ya no tiene remedio...
- ¿Y que te has hecho?
- Rotura de la tibia y el peroné de la pierna izquierda. El médico me ha dicho que debo guardar un mes de reposo.
- Madre mía, ¿un mes?, ¿y qué vas a hacer con el instituto?
- Pues iré a los examenes, y para lo de los apuntes voy a necesitar tu ayuda...
- Sabes que la vas a tener.
- ¿De verdad?
- Siempre he intentado ayudarte en todo lo que he podido, y voy a seguir haciéndolo.
Eso es cierto, Diana siempre ha estado a su lado, hasta en los peores momentos que últimamente han sido muchos.
- Gracias, no sé que haría sin tí.
- Te buscarías a otra.
- Sabes que no es verdad, te debo mucho Diana.
- No me debes nada. Todo lo que he hecho ha sido porque te quiero, porque eres mi mejor amiga y sabes que nunca te voy a dejar tirada.
Una lágrima resbala por la mejilla de Marta.
- Bueno Marta te dejo que máñana madrugo y estoy ya que me caigo de sueño.
- Vale.
- Mañana después de comer me paso por tu casa y te dejo todo lo que hemos hecho en estos días.
- Muchas gracias.
- De nada, buenas noches Marta.
- Buenas noches.
Fin de la llamada. Marta apaga el portátil y lo coloca el la mesita de noche, donde también deja el móvil. Se tumba por completo y se tapa con las mantas. Se siente feliz por tener una amiga como Diana. Tantas cosas que ha soportado por su culpa y aun así sigue a su lado, comportándose como una amiga de verda, la mejor amiga. Y entre estos pensamientos Marta se abandona en brazos de Morfeo.

jueves, 14 de febrero de 2013

CAPÍTULO 5

Mercedes rebusca en su bolso marrón, es un bolso demasiado grande y le cuesta buscar las cosas en su interior.
- ¡Aquí están!- Exclama mientras sostiene en su mano derecha un juego de llaves. Con la que parece ser la llave más larga abre la puerta de entrada de una casa de apariencia modesta. Una vez que la puerta está esta abierta vuelve sobre sus propios pasos y agarra la silla de ruedas en la que su hija va sentada. Madre e hija atraviesan el umbral de la puerta de entrada.
- No sabía que podía hechar tanto de menos esta casa- Dice Marta.
-¿Cariño tienes hambre?
- Pff... muchísima, la comida del hospital es horrible.
- Vale, pues acomódate en el sofá mientras preparo algo para comer.

Mercedes desaparece por el pasillo camino de la cocina. Marta se desplaza en su silla hacia el salón. Allí sobre la mesa central está su portátil. Se arriba a ella y lo enciende. Revisa su tuenti, normalmente no suele tener nada nuevo... pero esta vez junto a una invitación a un evento aparece una petición de amistad. Ángel Díaz Casas quiere ser tu amigo: Hola soy el chico de la cabina telefónica, ¿me recuerdas? Seguro que no. Te preguntarás como he dado contigo, tiene una fácil explicación: al salir de la cabina se te calló la cartera y como saliste corriendo no te la pude devolver... Si tienes interés en recuperarla acepta esta petición y me pondré en contacto contigo. Un beso.

¿¿Otra vez este gilipollas?? Y a se había olvidado por completo de él. Y encima dice que tiene su cartera, Marta creía que la había perdido en el transcurso del accidente. Pero no le queda más remedio que aceptar la petición o sino no recuperará su carteta. Aceptar. Y está. Apaga el ordenador, ya lo revisará más tarde. Las ganas de fumar se apoderan de ella. Arrastras su silla hacia un mueble que se encuentra postrado en la pared, y del interior de un cajón saca un paquete de tabaco y un mechero. Coge uno de los cigarrillos y lo enciende. Aspira el humo. Se acerca a una ventana, la abre y expulsa el humo por ella. Repite esta acción hasta que finalmente el cigarro se consume del todo y tira la colilla por la ventana. En ese momento entra su madre en el salón.
- He hecho una tortilla de patatas. Es tu comida preferida y pensé que te apetecería.
- Muchas gracias mamá.
Desde luego no se merece la madre que tiene, y en momentos como ese se avergüenza de todo lo que la ha hecho sufrir...

martes, 12 de febrero de 2013

CAPÍTULO 4

Pi-pi-pi-pi. ¿Qué es ese pitido? Marta abre los ojos, todo esta nubloso. Es pitido la está volviendo loca. ¡Que alguien lo pare!
Mira a su alrededor, parece que no hay nadie. ¿Dónde está su madre? Poco a poco la niebla se va disipando de sus ojos. No le gusta nada aquella habitación, es tan fría y poco acojedora...
Se siente cansada, pero con un poco de más ánimo que la última vez que despertó. Poco a poco intenta incorporarse. Le duele la pierna izquierda y la cabeza le da vueltas. En ese momento se abre la puerta y aparece su madre.
-¡Marta! ¿Qué haces incorporándote? Te vas a hacer daño.
-¿Más? No creo, además estoy harta de estar tumbada.
-Espera- María coge un cojín de un sillón próximo a la cama, y acomodándolo en la espalda de su hija intenta que esta se encuentre lo más cómoda posible.
- ¿Cómo te encuentras?
- Pues como si me hubiera lanzado de un coche en marcha...
 Madre e hija se miran y empiezan a reír, ¿cuánto tiempo hacía que no se reían de aquella forma?. Definitivamente hacía mucho.
La puerta se abre y entra en la habitación un hombre con bata blanca y gafas de vista.
- Buenos días señorita García, ¿cómo se encuentra ?
- Mejor, menos cansada... pero, ¿quién es usted?
- Disculpeme, se me ha olvidado presentarme. Soy el doctor Sánchez, su doctor.
- Encantada.
- Lo mismo digo.
- Doctor, ¿qué tal está Marta?
- Señora traigo buenas noticias, parece que el golpe que sufrió su hija en la cabeza no es nada grave y en un par de días estará completamente recuperada. Respecto a su pierna, deberá guardar reposo durante un mes. Esto conlleva que no podrá mover la pierna en todo ese tiempo.
- ¿¿Un mes??. Exclama Marta.
- Señorita recuerde que se ha roto la tibia izquierda, y si en un futuro quiere que su pierna siga siendo igual que hasta ahora deberá guardar reposo absoluto durante como mínimo un mes.
- Pff... está bien.
- Bien, pues a última hora de la tarde tendrán el alta y podrá seguir con la recuperación en casa.
- Muy bien doctor, y gracias.
- De nada señora, y tú Marta cuidate bien esa pierna e intenta no lanzarte más de un coche. Nos vemos en un mes.

Marta enrojece, ¿se acaba de burlar el doctor de ella?. ¿Y qué significa esa mirada que acaba de lanzar a su madre? Definitivamente aquel doctor no le ha gustado nada, y pensar que apenas podrá moverse en un mes menos todavía. Lo bueno es que va a regresar a casa... o quizás no sea tan bueno.

martes, 29 de enero de 2013

CAPÍTULO 3

Poco a poco abre los ojos, pero la claridad de aquella habitación hace que los tenga que volver a cerrar. ¿Dónde está?¿Y cómo ha llegado allí? Esa no es su habitación. Todo es blanco y frío. Lentamente gira la cabeza hacia la derecha, entreabre los ojos y vislumbra la silueta de una mujer que se encuentra acomodada en un sillón. ¿Es su madre? Si, eso parece. Y además tiene los ojos hinchados, como si hubiera estado llorando. Marta vuelve a cerrar los ojos, le pesan los párpados y una sensación de cansancio le invade todo el cuerpo. Recuerdos comienzan a invadir su mente y el último de ellos es el de su madre gritando su nombre. Poco a poco empieza a hacer memoria y recuerda lo sucedido. En un ataque de ira se ha lanzado del coche de su madre. Le duele la cabeza, parece que se ha pegado un buen golpe.
-¿ Ma-má?
-¡¡Marta!! ¡¡Enfermera venga, venga!!.
¿Por qué grita tanto su madre? Le va a estallar la cabeza de tanto alboroto. Vuelve a entreabrir los ojos. Ahora adivina otra silueta junto a la de su madre, que está junto a la cama. Es una mujer que viste con bata blanca. ¿Será una enfermera?¿Entonces está en el hospital?
-Marta, ¿puedes oírme?- pregunta la mujer de la bata blanca.
-Si.
-Muy bien. Haber Marta mira mi mano, ¿cuántos dedos ves?- La enfermera le muestra a la chica dos de los dedos de su mano derecha.
-Dos.
-Muy bien-  La chica de la bata anota algo en un cuaderno y habla en voz baja unos segundos con la madre de Marta. Después abandona la habitación.
-Mamá, ¿qué es lo que me ha pasado?
-¿No recuerdas nada?
-A duras penas.
- Te lanzaste del coche golpeándote la cabeza y la pierna izquierda. Has sufrido un traumatismo craneoencefálico y la rutura de la tibia y el peroné. Esta mañana te han operado de la pierna.

En ese momento nota la escayola que rodea toda la parte inferior de su pierna izquierda. ¿Cómo ha podido ser tan tonta? Piensa en su madre, la pobre seguro que lo está pasando fatal. Primero lo de su padre, y ahora esto. En vez de ayudarla lo único que hace es darle más disgustos.

-Mamá, yo... lo siento...
- Ya habrá tiempo para hablar ahora debes descansar y recuperarte de tus heridas.

Marta cierra los ojos. Su madre lleva razón, no es el momento de disculpas. Está terriblemente cansada. Sus parpados le pesan enormemente, y antes de que se pueda dar cuenta un profundo sueño la invade.

viernes, 25 de enero de 2013

CAPITULO 2.


Marta entra en el coche de su madre. Tiene frío. Aun sigue empapada debido a su caida en el charco.
Su madre la mira cabreada.
- ¿¿Pero se puede saber como te la has apañado para caerte en un charco?? ¿¿Es qué no tienes ojos en la cara??
- Mamá me he tropezado con una lata y...
- Seguro que ibas pensando en las musarañas, como siempre... Ay Marta, Marta ¿cuándo te vas a espabilar?
- Pero mamá...
- Ni peros ni nada. Eres igual que tu padre.

En ese momento Marta estalla de ira, ya no lo soporta más.
- Para el coche.
- ¿Qué?
- ¡¡Qué pares el coche!!
- ¿Pero qué dices Marta?
- ¿¿Es qué no me escuchas?? ¡¡Que pares el coche o te juro que me bajo en marcha!!
- No pienso parar el coche. ¿A dónde se supone que vas chorreando?
- ¿¿No paras?? Pues vale.

Marta abre la puerta de copiloto del coche de su madre y salta a la carretera. La velocidad a la que el vehículo circulaba era mucho mayor de lo que suponía la chica.
- ¡¡Marta!!¡¡Marta¡¡
Los gritos de su madre fue lo último que pudo escuchar antes de perder el conocimiento.