domingo, 17 de marzo de 2013

CAPÍTULO 7

Huele a café. Ángel aparta la cafetera del fuego y vierte su contenido en una taza. Tres cucharadas de azúcar. En ese mismo momento saltan las tostadas, as recoge y las deja sobre un plato. Mantequilla y mermelada. Todo preparado, la mejor manera de empezar el día es con un buen desayuno. El reloj marca las siete y media de la mañana. Ángel pone su desayuno sobre una pequeña mesa que tiene en el salón-comedor de su casa, entre el sofá y la televisión. Piensa en ella. Tan solo sabe su nombre y poco más sobre ella, pero no puede olvidar aquella mirada. Esos ojos verdes le tienen hechizado desde que se la encontró en aquella cabina telefónica. ¿Es posible que se esté enamorando? Pero si tan solo la ha visto una vez. Aun así, la imagen de aquella chica no se borra de su mente. Entonces recuerda...
Enciende el portatil, aun tiene tiempo hasta la hora de entrada en el trabajo para hechar un vistazo por su tuenti. Ahí está, ha aceptado su petición. ¿Y ahora qué hace? ¿Le deja un mensaje?
La verdad es que lo que hizo no estubo bien. Hasta el momento nunca había robado nada a nadie, pero necesitaba volver a ver a esa chica y la única forma que se le ocurrió de volver a saber de ella fue robarle la cartera. La pobre estaba tan alterada que ni se dió cuenta.
Así que de perdidos al río, ya ha comenzado y está dispuesto a llegar hasta el final. Le dejará un mensaje privado. Escribe y borra varias veces lo escrito, hasta que finalmente parece convencerse con el mensaje: "Hola, muchas gracias por aceptarme. Como ya te dije tengo en mi posesión tu cartera, y supongo que querrás recuperarla. No quiero causarte demasiadas molestias, así que contesta a este mensaje con la dirección a la que te la puedo llevar y yo estaré encantado de devolvertela. Un beso"
Enviar. Ya está, ahora solo queda esperar su contestación.
Apaga el ordenador y bebe el último sorbo del café. Una sención de felicidad le invade todo el cuerpo con tan solo pensar en que pronto la volverá a ver. Aunque la verdad es que se siente confuso.
Pero ahora no tiene tiempo para pensar, debe ir a trabajar y como se descuide un poco llegará tarde. Menos mal que la cafetería donde trabaja para pagar sus estudios de música está a tan solo dos manzanas de su calle.
El sueño de Ángel es ser cantante, y hace dos años al cumplir los 18 decidió dedicarse por completo a eso. Así que al acabar el bachiller buscó un trabajo con el que poder pagarse unas clases de canto. La gente le llamó loco por no estudiar un carrera con más salidas al mundo laboral, pero él no hizo caso de los comentarios e insistió en alcanzar su sueño. Y dos años después, tras mucho esfuerzo, por fin se le empiezan a abrir puertas.
Llega la cafetería. Allí están tras la barra Manolo, el dueño del local, y su hija Lucía.
- Buenas Ángel, ¿preparado para tu salto al estrellato?
- No exagere Don Manolo, tan solo serán cuatro cancioncillas.
- ¿Te parece poco? No todo el mundo tiene el privilegio de cantar cuatro cancioncillas el la famosa cafetería La estrella polar .
- Claro que no, y le estoy muy agradecido por ello.
- Bien, pues tú y Lucía id preparandolo todo que hoy los cafés me encargo de servirlos yo.
- Pero Don Manolo, si no actuamos hasta las siete de la tarde y son las ocho de la mañana.
- Un buen espectáculo necesita de una buena preparación.
- Pero...
- Ángel no insistas, no sabes lo cabezón que puede llegar a ser mi padre. Además, así tenemos más
tiempo para ensayar que ayer hubo un tema que se nos quedó flojillo.
- Bueno vale, como vosotros digáis.
- Pues si te parece vamos al almacén y así no molestamos a los clientes.
- Está bien...
Ambos se aleján hasta el almacén. Una vez dentro Lucía cierra la puerta. Se quedan a solas.
- Ángel tenemos que hablar.
- ¿De qué?
- Pff no sé como decirtelo.
- Venga Lucía, sabes que puedes contarme lo que sea.
- Estoy embarazada.

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